martes, 16 de julio de 2013

#Opinión: El extraño caso de Juan Franciso Giró





Hernán Bonilla
@Hernan_Bonilla

Fue un luchador por la independencia del país al servicio de Artigas. En época de la cruzada libertadora de Lavalleja y Oribe intentó iniciar la revuelta en la capital sometida a los portugueses y al fracasar fue preso por varios meses. Constituyente en 1830 y ministro en los difíciles tiempos de la Patria Vieja con Rondeau y Lavalleja. Fue opositor al gobierno de Rivera aunque no acompañó los intentos revolucionarios de Lavalleja por defender el orden constitucional, al igual que Oribe. Durante la Guerra Grande fue senador del gobierno del Cerrito y uno de nuestros pioneros en estudiar y preocuparse por la difusión de la educación en el país. Al terminar la guerra es elegido presidente de la República por una Asamblea General de mayoría blanca y es derrocado un año y medio después por un golpe colorado al influjo del nefasto Venancio Flores. Junto con su ministro y mano derecha Bernardo Berro intenta retomar el poder pero el fracaso lo lleva al exilio en Buenos Aires. Vuelve más tarde al país y es electo senador en 1860 dónde es uno de los principales sostenes del gobierno blancazo en todo sentido de Berro. Esta es una apretada, y por tanto simplificada, síntesis de la vida de don Juan Francisco Giró.

Pues bien, este hombre cuya actuación se inscribe obvia y naturalmente en el Partido Nacional no es reconocido por el partido que no le realiza ningún homenaje y que –insólitamente– lo excluye de la pared de su casa dónde están los cuadros de los ex presidentes de la República. Y es que su condición de blanco no se desprende solamente de su biografía, sino que fue reivindicado por próceres partidarios como Saravia y Herrera y su obra de gobierno ensalzada por nuestro mayor historiador, Juan Pivel Devoto.

¿Cuáles podrían ser las argucias para esta injusta discriminación? Se me ocurren solo dos: Negarle su condición de blanco o sostener que su actuación no merece mayor reconocimiento. Ambas son insostenibles, como pasamos a ver.
Es cierto que en el siglo XIX la existencia de los partidos políticos no fue orgánica casi hasta su final, y muchos de nuestros prohombres fueron fusionistas y quisieron dejar atrás las divisas blanca y colorada. Giró fue el primer presidente fusionista, no podía ser otra cosa a la salida de la Guerra Grande. También fue anticaudillista, como lo fueron todos los doctores blancos y colorados. Pero pese a lo anterior es claro que Giró fue blanco, su actuación lleva el sello indeleble de las ideas que defendía y defiende el Partido Nacional, al punto de, con cierta indisimulable incomodidad, defender al oribismo en el Cerrito, junto al elemento intelectual blanco que acompañó al presidente legal. De la misma forma en que a nadie se le ocurre afirmar que Berro no fue blanco por ser fusionista (incluso llegó a prohibir el uso de las divisas), es evidente que Giró lo fue a lo largo de su vida política, basta ver lo que escribían de él los colorados de su tiempo.
La otra posible vía para negarle su lugar partidario sería que se entendiera que no recoge mayor mérito. Alcanza con repasar su biografía para ver que no es cierto. Sus servicios al artiguismo, haber sido constituyente, ministro, senador y uno de los cinco presidentes blancos de todos los tiempos debería ser suficientemente contundente para entender que hay pocas personas en la historia nacional de su estatura. En particular, su obra de gobierno fue extraordinaria. En sólo año y medio reorganizó un país en crisis, bajo aranceles, eliminó impuestos, resolvió el problema de la deuda, recorrió todo el país para conocer los problemas de primera mano, explicó pueblo a pueblo sus medidas, respetó los derechos de todos e hizo un culto de la Constitución que él ayudó a redactar. Al ser derrocado Uruguay se había levantado de la postración en que lo había dejado nuestra mayor guerra civil.

Pero más importante que este juicio es el que realiza Juan Pivel Devoto, para despejar toda posible duda: “Pocas veces en nuestra historia se dio el caso de que un gobierno fuera llamado a presidir una situación tan compleja como la que existía en 1852 al reanudarse el régimen institucional, después de la lucha armada que dividió la República en dos bandos antagónicos e instauró en ella dos centros de autoridad. Bajo el signo de la política de fusión, que aspiró a unificar el sentimiento nacional para fortalecer el imperio de la ley y salvaguardar la independencia, el gobierno de Juan Francisco Giró adoptó y puso en ejecución las medidas más acertadas para reorganizar la administración, restaurar la economía del país, arruinada por la crisis ganadera y de la industria saladeril; para sanear las finanzas, comprometidas por los empréstitos internacionales y las deudas de guerra contraídas en nombre de la Nación; para promover la inmigración, el desarrollo de la riqueza y de la educación en todos sus grados; para tomar conciencia de la realidad uruguaya mediante estudios, informes, censos; para alentar las iniciativas de asociación, cuya pujanza y elevadas concepciones a favor de la comunidad trasuntan una robusta fe en el destino del país.” (Juan Pivel Devoto, Los Bancos, tomo I, A. Monteverde y Cía., 1976, p. 15.).

Desde cualquier punto de vista que se mire no se puede concluir sino que con Juan Francisco Giró el Partido Nacional ha cometido una gran injusticia. Es hora de repararla incluyendo su retrato en las convenciones y en la pared que corresponde a los gobernantes blancos en la casa del partido. Giró merece de una buena vez que su esfuerzo patriótico sea reconocido por su partido, para que los uruguayos empiecen a redescubrir a uno de sus mejores gobernantes.

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