lunes, 28 de mayo de 2012

El desafío postmoderno del Partido Nacional




por Hernán Bonilla
       @Hernan_Bonilla





Leyendo algunos libros de marketing político de gurúes de esta especialidad y ensayos sobre temas de actualidad me surgió una preocupación a la que creo que los nacionalistas debemos prestar atención. Me refiero a la difícil tarea de combinar nuestros valores con las exigencias actuales del electorado. Me permitirán los amables lectores que hoy me zambulla en una reflexión interna, tal vez sólo de interés para los nacionalistas (espero que no), pero que creo importante para la vigencia de un partido que el país necesita hoy más que nunca.


Voy a tomar como ejemplo el libro de Jaime Durán Barba y Santiago Nieto, El arte de ganar, para dejar constancia de los principales cambios que ha sufrido el electorado en términos generales.

A. De la agenda para las élites a los electores comunes. Señalan que de los debates ideológicos del pasado que importaban (e importan) a las élites intelectuales, se ha pasado al debate de los temas que importan al elector común. Para este votante tipo es más importante la resolución práctica de temas que hacen a su calidad de vida en los aspectos personales que los grandes temas del país, lo que no quiere decir que no le preocupen. Hoy sería más importante como un político entretiene al electorado, o habla de temas que le incumben, como alimentación, sexualidad, ampliación de acceso a nuevas tecnologías, que de los “viejos temas” como política exterior o política fiscal.

B. De las palabras que transmitían ideas a las imágenes que transmiten sentimientos. Esto creo que lo tenemos bastante claro, las viejas actividades políticas ya no atraen a la gente. Pocas personas se arriman a un club político y los discursos de horas de líderes iluminados aburren. Hoy hay resultados electorales impensables hace unas décadas, con casos estrafalarios como el de Bucaram en Ecuador o De Narváez en Argentina. En Uruguay no hay casos de ese tipo, es difícil de imaginar que un “outsider” aparezca de la nada y gana una elección diciendo “Alica, Alicate”, pero si es claro que las campañas electorales cada vez tienen menos contenido de ideas y más imágenes y apelaciones a la emoción o los instintos básicos de los votantes. 

C. Del viejo al nuevo espectáculo. Se refiere a la pérdida de efectividad de las viejas puestas en escena de los actos de masas con gigantografías para pasar a nuevas formas que resultan más atractivas, en especial para quienes siguen las actividades desde sus casas. Por ejemplo, Maci en la elección porteña de 2007 eligió una recorrida por Buenos Aires de 24 hs. en lugar de un acto de cierre de campaña. Aquí también juega un papel clave la aparición de las redes sociales y la posibilidad de contacto directo con los votantes por medios digitales.

Los autores señalan otros aspectos, pero con los mencionados basta. A eso sumamos los sentimientos (que no las razones) por la que votarían los electores: afectos, temores, resentimientos, necesidades, sueños e insomnios.

Vale decir, al elector moderno ya no lo guía una cosmovisión del mundo (no leyó a Marx ni a Keynes, dicen los autores) sino que vota por quien mejor parece entender sus problemas concretos.

¿En qué medida estos cambios en la forma de actuar del electorado afectan al Partido Nacional? Para evaluarlo hay que entender al partido. En 176 años de vida la razón por la que sigue existiendo y representando a cientos de miles de uruguayos es que defiende conceptos y valores profundamente arraigados. No son muchos, pero son esenciales: la Libertad como valor supremo, defensa de los derechos individuales, de las minorías, el Estado de Derecho, la democracia, la República,  el sufragio libre y secreto, la soberanía y la autodeterminación. Aquello de “Defensores de las Leyes” no es porque sí, lo que la izquierda despectivamente llama “libertades burguesas” o “democracia formal” tiene contenido en sí mismo. Podrá ser formal, pero la vigencia del Estado de Derecho es innegociable para el Partido Nacional. 

Ahora el desafío postmoderno del Partido Nacional está claro. ¿Cómo compatibilizar ese núcleo de valores con las necesidades del votante contemporáneo? ¿Cómo convencer a la gente de votar al Partido Nacional hablando de la defensa de la soberanía y del Estado de Derecho si para la mayoría de la población son conceptos abstractos? ¿Si la atención pública está en que uruguayos están en Soñando por Bailar o en Gran Hermano, quién le presta atención a un legislador reclamando por el avasallamiento de las minorías?

El tema no es menor ni sencillo. No se puede abandonar el discurso sin perder la razón de ser, pero tampoco se puede ignorar que la realidad impone no despreciar los nuevos reclamos de los votantes.

Sin arriesgar una solución, paso unos apuntes sobre el dilema. Primero, no se pueden abandonar las ideas, es necesario sostenerlas, aunque no se traduzcan inmediatamente en votos. Segundo, debe intentarse vincular esas ideas a las necesidades del votante. Por ejemplo, defender el libre comercio es defender al trabajador uruguayo de los lobistas que se benefician del favor oficial. Tercero, adaptarse a los nuevos tiempos en las formas que no implican ceder en valores. Por ejemplo, más recorridas y menos actos, más planteos concretos y menos discurso retórico, más contacto mediante las redes sociales y menos asambleas de convencidos. Cuarto, profesionalizar la comunicación y no dejarla librada a la intuición  de militantes que por más bienintencionados que estén no dominan los nuevos medios. Quinto, dedicar más tiempo de la elaboración de propuestas y programas de gobierno a cómo explicarles a los uruguayos su justificación. Sexto, asociar las ideas y valores a aspectos emocionales. No de los convencidos, vale decir, no la emoción del blanco por peregrinar a Masoller sino por el costado afectivo que tienen sin dudas muchos de los temas centrales para el Partido Nacional. Si el gobierno es entreguista y cipayo, verbigracia, evidentemente es un tema más allá de lo meramente racional.

El tema da para mucho más pero el artículo ya es demasiado extenso. Si el amable lector llegó hasta aquí espero que comparta mi preocupación por el desafío postmoderno del Partido Nacional. Si es así, creo que debemos encararlo más temprano que tarde, porque de superarlo depende la existencia de las más formidable herramienta de transformación social, modernización y superación con la que cuenta el Uruguay. 

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